En un chiste publicado en el periódico New Yorker aparecían dos monjes budistas, uno joven y otro viejo, vestidos con hábitos y con la cabeza rapada, sentados en el suelo uno junto al otro con las piernas cruzadas. El joven está mirando algo socarronamente al viejo, que también le está mirando y le dice: «A continuación no ocurre nada. Esto es lo que hay».
Por lo general, cuando emprendemos algo, lo más natural es que esperemos que nuestros esfuerzos tengan un resultado positivo. Queremos ver resultados, aunque se trate sólo de una sensación agradable. Como regla excepcional, encontramos a la meditación, que es la una actividad intencional y sistemática que, en el fondo, consiste en no intentar mejorarnos a nosotros mismos ni llegar a ningún otro lugar, sino simplemente en darnos cuenta de dónde estamos.
Quizá su valor radique precisamente en eso. Quizá todos necesitamos hacer algo en nuestras vidas por el simple hecho de hacerlo. Aunque en realidad no es muy preciso llamar a la meditación actividad o decir que consiste en hacer. Sería más acertado decir que la meditación es ser. Cuando comprendemos que «Esto es lo que hay», podemos soltar el pasado y el futuro y despertar a lo que somos ahora mismo, en este preciso instante.
La gente no suele entender esto de una forma inmediata. Quieren meditar para relajarse, para experimentar estados especiales, para llegar a ser mejores personas, para reducir el estrés o el dolor, para dejar atrás viejos hábitos y patrones, para llegar a ser libres o para iluminarse.
Todas éstas son razones válidas para empezar a practicar la meditación; pero si esperamos que esas cosas ocurran por el simple hecho de que estamos meditando constituirán también un obstáculo, puesto que nos podríamos quedar atrapados en querer tener una experiencia especial o buscando indicios de que estamos realizando progresos, y si no sentimos algo especial en breve, puede que empecemos a dudar del camino que hemos elegido o a preguntarnos si lo estamos haciendo bien.
En la mayoría de los ámbitos del aprendizaje, esto es perfectamente razonable. Evidentemente, antes o después, tenemos que poder ver que estamos haciendo algún progreso para perseverar en algo. Pero la meditación es diferente.
Desde la perspectiva de la meditación, todo estado es un estado especial, todo momento es un momento especial. Cuando dejamos de querer que ocurra alguna otra cosa en este instante, estamos dando un paso muy profundo hacia ser capaces de ir al encuentro de lo que hay aquí y ahora. Si tenemos la esperanza de llegar a algún lugar concreto o de desarrollarnos de un modo determinado, sólo podremos dar ese paso desde el lugar donde nos encontramos. Si no sabemos realmente dónde nos encontramos —un conocimiento que procede directamente de la atención plena—, es posible que sólo estemos caminando en círculos, a pesar de todos nuestros esfuerzos y expectativas.
A veces la mejor manera de llegar a algún lugar es dejar de intentar llegar a algún lugar. De vez en cuando, intente decirse, a modo de recordatorio: «Esto es lo que hay». Aceptando que el momento presente no tiene nada que ver con el hecho de resignarse ante lo que está ocurriendo, sino reconocer de forma clara que lo que está ocurriendo. Recuerda, la aceptación no nos indica qué hacer, sino nos lleva a que elegir qué hacer, es decir, cómo proceder y/o responder ante alguna situación, hecho, persona, etc. Seguimos conectados! Un abrazo de alas!🦋.

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