Está claro que no podrás avanzar hacia tu destino de la manifestación de tu propósito y la plenitud sin superar el primer obstáculo que tienes delante de ti…
Normalmente, si tenemos un problema, hay una sensación de molestia, angustia, miedo, enojo o tristeza… Sentimos alguna emoción desagradable que atribuimos a otras personas o las circunstancias. A primera vista tenemos claro cuál es la causa de nuestro malestar. Sin embargo, rara vez somos conscientes de la contribución propia a este malestar interior. Solemos ver el problema y su causa en el mundo exterior, en las circunstancias, en una o varias personas, sin darnos cuenta de la propia culpa.
En ese sentido, debemos buscar herramientas que nos ayuden recobrar la responsabilidad por nuestra vida emocional y mirar el problema bajo una mirada mucho más amplia, devolviéndonos el bienestar emocional y psicológico. Nos lleva de la queja y de la molestia a la capacidad de enfrentarnos cara a cara con el problema. Para ello te recomiendo hacer estas 3 cosas:
- Ser consciente del problema, con la carga emocional asociada, describiéndolo tal cual como tú lo percibes y vives.
- Enfrentar el problema, el temor, dirigiéndote directamente a él como si fuese una persona, manteniendo una conversación imaginaria directa con el problema.
- Tomar la postura, la perspectiva del problema, del temor mismo, convertirte en él, siendo el problema, incorporando su perspectiva.
En primera instancia este procedimiento puede parecer un poco loco, ya que estamos convencidos de que el problema es un problema y no se puede cambiar. Pero cuando nos damos el permiso de realizar este ejercicio, comprobaremos sus aprendizajes…

Vamos, apliquemos la idea, te guiaré paso por paso…
Primer Paso: ¡Enfréntalo!
Identifica ¿cuál es el problema, el temor o asunto que más llama tu atención actualmente? ¿Qué tema, una vez resuelto haría que puedas avanzar mucho más libremente en tu camino?
Ahora describe este tema. Puedes poner “Ella, él, la situación es de la siguiente manera…, me hace sentir…” Explora todo lo que te molesta con el máximo nivel de detalle, todo aquello que sientes y piensas al respecto, lo que te gusta y no te gusta, lo que significa para ti y las implicaciones del problema.
Respira profundo y empieza a escribir… dónde quieras, pero ¡No lo postergues!
Segundo Paso: ¡Háblale!
- Imagínate tener la persona con la que tienes la dificultad delante de ti. Si el problema no es específicamente con una persona, visualiza la personificación del problema sentada delante de ti, la molestia misma o el temor, siéntela como si fuese un ser vivo. ¿Qué podría representarlo? ¿Cómo lo/la imaginas?
- Si puedes, pon una silla vacía delante de ti y visualiza tener la persona o el problema sentada allí enfrentándote. Ahora te puedes dirigir directamente a ella o a él, ¡junta tu coraje y dialoga! Dile todo lo que te pasa, todo lo que sientes y te mueve interiormente. Háblale directamente a la cara sin guardar ni una palabra.
- Si lo haces escrito, pues escribe todo lo que le quieres decir. Si sientes ganas, permítete importante ir más allá de un diálogo meramente mental; cuanto más te involucres emocionalmente mejor, no rechaces ningún sentimiento…
Tercer Paso: ¡Ábrete!
Ábrete interiormente a percibir, captar e intuir, simplemente prestando atención, ahora es el momento de escuchar, tú ya tuviste tu turno. Déjate asombrar de lo que surge en el diálogo con tu imaginario interlocutor. Una respuesta viene segura, regístrala en tu interior y anótala, deja que tu bolígrafo escriba solo, como si tu mano estuviese guiada de una fuerza inteligente. O bien simplemente anota lo primero que te viene a la mente. Ni preguntes de dónde proviene la respuesta, si es de tu mente o no, simplemente escribe. ¡Te sorprenderá la sabiduría que se manifestará a través de ti!
Cuarto Paso: ¡Cambia!
Tras el diálogo y la comunicación bidireccional incluyendo tu escucha, ahora es el momento de cambiar de perspectiva. Si pusiste antes una silla vacía delante de ti en dónde estaba sentado tu interlocutor invisible, la molestia, el problema o la persona di cultosa, siéntate tú en “su silla” ahora. Si no pusiste una silla, pues muévete igual e imagínate estar sentado en su lugar. Lo importante es un cambio en tu postura…
“Yo como (esta energía, esta persona, este ser, este temor) siento que…, creo que…”
Ahora integra esta perspectiva a tu punto de vista, incluso puedes repetirlo las veces que haga falta hasta que te sientes en paz con la situación.
La ampliación de la mirada de las situaciones difíciles y del yo es fundamental para lograr una personalidad estable, integrada y sana. Aquí estas trascendiendo, estos aspectos representaban una amenaza para nosotros, para el yo, por eso tenemos miedo o reaccionamos de manera impulsiva.
La meditación pasiva es incapaz de ver la sombra. Necesitamos recurrir a esta clase de herramientas para poder arrojar luz sobre ella, liberar emociones oprimidas, trascender la limitación… Encendiste tu luz y con eso desaparece la oscuridad, alcanzas un mayor grado de lucidez, alcanza un yo más grande, más maduro y crecido en confianza… En el próximo post, te daré unos tips para que, con esta clase de ejercicios, puedas conocerte cada día mejor y poder realizar los ajustes internos, y avanzar en tu crecimiento personal, profesional y espiritual. Un abrazo de luz ✨

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